Imaginar, cambiar…
Sí, debemos reconocerlo: decorar nos hace felices. Imagina que vas a cambiar tu cuarto de baño o tu cocina… ¡tu imaginación se dispara! Te acercas al quiosco y haces acopio de revistas de decoración y tendencias. Qué se lleva, cuáles son las tendencias, qué estilos decorativos están en auge…
Aunque no haya ningún estudio científico oficial, la verdad es que la felicidad de decorar está demostrada. Cuando llegamos a un sitio bien decorado, que nos transmite bienestar nos sentimos a gusto. Y cuando tenemos que decorar, sentimos ese bienestar ¡incluso antes de hacer los primeros cambios!
LOS DETALLES MARCAN LA DIFERENCIA
A veces para decorar no hace falta reformar y ponerlo todo patas arriba. Los detalles marcan la diferencia; son el toque personal e intransferible que define nuestro estilo y nuestro hogar. Unas velas aromáticas; alguna flor o planta; los textiles de cortinas y cojines… Todas las estancias de casa pueden reflejar ese punto único. Incluso el cuarto de baño. Aunque debe ser una estancia práctica y funcional; decorarla nos produce felicidad. Elegir las baldosas, la mampara… hasta los detalles más pequeños como el porta cepillos o el dispensador de jabón. ¡Qué satisfacción cuando vemos el cuarto de baño acabado! Y cuando algún amigo o amiga nos comenta lo bien que nos ha quedado… ¡mariposas de felicidad!
IMAGINAR, ARRIESGAR, CAMBIAR…
Cuando decidimos decorar automáticamente empezamos a imaginar. Decorar activa nuestra creatividad, nos permite arriesgar y darle un punto transgresor a la estancia. Supone un cambio, una búsqueda del bienestar. Podemos aprovechar para darle un aire fresco y ¡¡totalmente distinto!!
Decorar es un proceso propio. Aunque recopilemos ideas de revistas, pidamos opinión a nuestr@s amig@s… Somos nosotros quienes imaginamos un sitio donde sentirnos a gusto. Son nuestros gustos y decisiones; cuando decoramos nos sentimos felices y buscamos transmitir esa felicidad.